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Nuestra historia:

La llegada de la nueva era
La llegada de la nueva era

Para mí, la bici es algo con lo que siempre he convivido. Era el juguete preferido durante mi infancia. Todavía recuerdo la radiante BH California amarilla. Posteriormente llego a mi vida una bici de montaña. Eran los años en los que Indurain dominaba el tour y las bicis surgían como setas por todas partes. Muchos kilómetros y muchos ratos inolvidables. La versatilidad de aquellas nuevas bicicletas  abría un nuevo mundo de posibilidades. Parecían indestructibles y no había obstáculo que las detuviese. El único obstáculo era tu propia pericia y técnica. Y adquiriendo esa técnica nos caímos muchas veces pero nos levantábamos resueltos, dispuestos a intentar superar de nuevo el obstáculo.

Sin embargo, la bici aún no era todo lo que hoy es para mi. Era un gran instrumento de diversión pero todavía no un medio de descubrir el mundo; un mundo más lejano.

Entonces llego el  año 1993 y el primer año Xacobeo para el gran público. Miles de personas venían a Galicia de todas las partes del mundo y de todas las formas imaginables y sí, algunos lo hacían en bici. Pero eran como otra especie, cargados con todas esas cosas, tan despacito…tan libres.

Pero yo era demasiado pequeño para esas grandes aventuras sobre ruedas, sólo me quedaba esperar. Y esperando esperando,  me cansé de dar vueltas por los alrededores de mi ciudad. La dejé aparcada unos años y cuando me acordé de ella, ya no podía hacer lo mismo que antes, ni ella ni yo.

Allá por agosto 2006, ya con Raquel a mi lado, recorríamos Europa a bordo de trenes cargados con mochilas y con los ojos  bien abiertos para no perdernos nada. Allí empezó el keep-travelling.

Raquel estrenando su primera bici
Raquel estrenando su primera bici

Una tarde, en un  pequeño camping en Bruselas conocimos a una pareja de vascos que estaban recorriendo el país  en bicicleta. Aquello que a priori parecía tan complicado era en realidad una posibilidad real: recorrer un país  siendo lo mas autosuficiente posible.

Nuestro paso por Holanda me hizo revivir aquellas sensaciones que habían estado  escondidas en algún recoveco del cerebro. Poco después, los Alpes se alzaban ante nosotros, imponentes y llenos de naturaleza. Otra pieza se unía al puzzle, la naturaleza.

Viajar en tren esta bien, es cómodo y rápido. Pero esa rapidez es parte del problema. Los paisajes pasan demasiado deprisa, sin apenas poder saborearlos pasas del llano a las montañas más altas. Es como si te paseases dentro de una urna de cristal, sin sentir el viento o la lluvia. Si hace frío, calefacción y si hace calor, aire acondicionado. Poco real, poco natural.

Aun así no encajaba todo el puzzle. Faltaban piezas importantes: Raquel no era precisamente amiga de las bicicletas, pero eso no fue problema. Desde el primer momento disfruto de esta manera de entender la vida, celebrando sus pequeños logros diarios en una apresurada carrera hacia un sueño de adolescencia: recorrer Islandia en bici. La pieza definitiva.

Ya teníamos un objetivo. Eso era lo que nos faltaba, un sitio en el que empezar nuestra historia.

La bicicleta se ha convertido finalmente en una forma de vida. Sobre ella gira nuestro tiempo libre y nuestros viajes ya no se entienden de otra manera. Ya no hay otra forma de llegar a Cabo Norte o a Patagonia. La bici tiene eso que andábamos buscando; la libertad, la naturalidad, la velocidad pausada, la forma de llegar a sitios recónditos, el silencio, el respeto por la naturaleza .Tras nuestro paso no queda nada, sólo una huella que borrará la próxima lluvia

Y la historia continúa y continuará mucho tiempo.