Irún-Amsterdam

Este verano de 2012 volvimos a salir de viaje en bici. Tras haber estado casi un año parados, decidimos volver a la acción con un recorrido sin mucha dureza y por la vieja Europa, donde todo es fácil. A penas tuvimos un mes para ponernos en forma, pero fue lo suficiente para retomar sensaciones. Por primera vez, íbamos a hacer un viaje lineal. Iba a ser un viaje más largo que los anteriores, pero ya que no había grandes desniveles, esperábamos poder llegar a Amsterdam sin problemas.

 

Las Landas

En la primera parte del viaje, rodamos pegados a la costa oeste de Francia, lo que se conoce como Las Landas. Es una zona bastante turística, ya que hay unas playas magníficas que atraen a bañistas y surferos de toda Europa. Eso también hace que sea una zona un poco cara y en algunos lugares los campings estaban completamente saturados. Las pistas son estupendas, con un firme perfecto, tanto que a veces es como ir en bici estática. Además, como casi no hay desniveles, apenas se cambia la postura en la bici. El paisaje no es muy variado: bosques de pinos o playas; eso sí, las playas merecen mucho la pena. Nosotros tuvimos un tiempo muy caluroso, así que pudimos bañarnos y disfrutar también ese aspecto, pero por el día pasábamos tanto calor en la bici que aprovechábamos cualquier fuente, ducha o lago para refrescarnos. La única pega que tuvo esta parte del viaje, es que acaba haciéndose un poco monótono. Casi todo el día vas rodando entre los pinos con el canto de las cigarras, y llega un momento en que te parece que estás siempre en el mismo sitio.

Las partes de esta zona que más nos gustaron fueron el área de Biscarrosse, la Dune du Pylat y la Plage du Crohot, donde pasamos una tarde estupenda.

El Loira

La llegada al Loira fue como un soplo de aire fresco. Cambiamos los angostos bosques de pinos por grandes espacios abiertos salpicados por castillos y pueblos llenos de encanto. El Valle del Loira es un lugar ideal para iniciarse en el cicloturismo: las pistas son también muy buenas, todo está perfectamente señalizado y hasta te proponen distintos itinerarios para llegar al mismo punto según la dureza que quieras acumular en un determinado tramo. Además, te acompañarán en el viaje muchísimos cicloturistas, especialmente familias que llegan a formar auténticos pelotones. Los campings de esta zona son mucho más baratos y están llenos de compañeros con los que compartir experiencias o discutir cuál es el castillo más bonito de Francia. Es imprescindible visitar lugares como Les Candes de San Martan o alguno de los castillos más emblemáticos, como Chambord o Chenonceau. También nos gustó mucho Blois; aunque el castillo no es de los más bonitos, el pueblo tenía muy buen ambiente y merece la pena perderse por sus calles. Me gustaría recomendar a cualquiera que haga esta ruta que pare en el camping municipal de Olivet que hay a la entrada de Orleans, ya que tiene unos servicios inmejorables, el precio es muy barato y además es precioso, parece un parque!

Norte de Francia

Tras pasar París, parece que uno haya cambiado de país. Por un lado, porque hemos dejado atrás el Loira y las pistas masificadas, y por otro, porque las temperaturas mucho más frescas nos dejen pedalear con más alegría. En la zona del norte de Francia rodamos casi siempre por tranquilas pistas que discurren paralelas a canales o entre campos de cereal. También vamos a probar los primeros tramos de pavé. Nos adentramos en el terreno de las clásicas de primavera que estábamos ansiosos por probar. “La Paris-Roubaix es llana”, escucha uno siempre por la tele, y es verdad que no hay puertos, pero es un terreno rompepiernas que va dejando madurito para que luego el adoquín te remate. Aún así, disfrutamos como niños recorriendo los mismos caminos que tantas veces hemos imaginado, y nos sentimos un poco más cerca de la historia del ciclismo. Cruzar el Pavé de Aremberg fue unos de los puntos climáticos del viaje

Bélgica

Este pequeño país recibe a los ciclistas con los brazos abiertos. Si bien es verdad que no encontramos muchos compañeros por el camino, recuperamos el “espíritu cicloturista” del que ya hemos hablado en otras ocasiones. La gente te pregunta de donde vienes, a donde vas, te aconsejan, se comparten impresiones… y eso enriquece la experiencia. A pesar de que el paso por Bélgica fue breve, nos dejó unos de los momentos más destacados: la subida a Kapelmuur. Engrandecidos por el escenario, nos sentíamos como Cancellara y Boonen, y casi nos extrañó que no hubiera gente animando en las cunetas. Bélgica dejó una impresión muy buena en nosotros, con sus campos infinitos, sus casitas con jardín y la amabilidad de la gente. También Gante nos gustó mucho, ya que es una ciudad tranquila pero con ambientillo, y los canales del centro invitan a sentarse a pasar una tarde mirando los edificios, los puentes, o la gente que pasa.

Holanda

Antes de este viaje, sólo habíamos visitado Amsterdam, y visto lo visto, no es lo más bonito de Holanda. El encanto principal de este país está en el rural, con sus campos, sus molinos, sus canales y sus vacas; y por supuesto, en los pueblecitos. Ya sean de costa o interior, son muy pintorescos, y todos muy cuidados. Cada canal, cada jardín, cada plaza; es un rincón único. Y no nos olvidemos del queso! Pero lo mejor de todo, especialmente para los que apenas sabemos lo que es un carril bici por foto, son las auténticas “autovías” para ciclistas que tienen. Miles de carriles cruzan el país, para ir a todos lados y eligiendo entre el recorrido corto o el de disfrutar un poco más el paisaje. Sin duda, Holanda fue una de las mejores partes del viaje, y hasta el último día apuramos para dar mil vueltas a este diminuto país que nos enamoró. Delft, Gouda, Edam o Volendam, son sólo algunos de los lugares que merece la pena visitar

 

 

 

Y así nuestro viaje llegó a su fin. Más de mil quinientos kilómetros en las piernas, aún más imágenes en la memoria y unas semillas de tulipán en las alforjas. Todavía no hemos empaquetado las bicis y nos sentimos tentados a continuar hasta Copenhague. Otra vez será! Ya sabemos que esto es así, el final de una aventura es sólo el comienzo de la siguiente.

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